Cuando el PC tiene un problema grave hay dos opciones claras que uno suele plantearse: intentar Repararlo o formatear el PC y reinstalar Windows. Ambas tienen sus ventajas.
Ventajas de la reparación
Conservas todos tus archivos aunque no tengas una copia de seguridad de ellos, que suele ser lo más habitual. Además no tienes que reconfigurar tus cuentas de e-mail o las opciones de personalización de Windows que hayas cambiado. También se conservan los Favoritos del navegador.
Según el tipo de reparación, mantienes todos los programas que tengas instalados o la mayoría.
No necesitas descargar drivers de todos tus dispositivos e instalarlos otra vez para que funcione tu impresora, escáner, webcam, etc. Como mucho, tendrás que reinstalar sólo algunos de ellos.
Tampoco necesitas reinstalar los drivers de tu motherboard o placa principal. Son cruciales para que Windows detecte cosas como el adaptador de red, que es imprescindible para poder conectarse a Internet. Los drivers de la placa también son esenciales para que funcionen la tarjeta de sonido, de vídeo u otras. O los conectores USB de tu equipo.
Suele ser más rápido y sencillo reparar que reinstalar.
Ventajas de la reinstalación
Un PC formateado y con una instalación "limpia" normalmente tiene mejor rendimiento, al menos durante cierto tiempo.
A veces es la única opción posible. Sobre todo cuando el equipo se ha infectado con un virus muy destructivo o si Windows está demasiado dañado por la razón que sea.
Intenta siempre reparar Windows en primer lugar. Sólo debes reinstalarlo de cero o formatear el PC como última alternativa, cuando hayas probado todas las opciones de reparación (hay muchas) y ninguna funcione. No es sensato hacer una reinstalación de cero como primera opción. Es como deshacerse de un coche y comprar uno nuevo cada vez que se averíe o se le gasten las ruedas.
Muchos fallos del PC tienen una solución bastante simple, que tú mismo puedes poner en práctica aunque no seas un experto.
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